miércoles, 7 de septiembre de 2011

RESEÑA DE "LA A EN LA PIZARRA"



            LA A EN LA PIZARRA: EL LARGO CAMINO DE LA PEDAGOGÍA LIBERTARIA.



            Este curso vamos a oír hablar mucho del mundo de la enseñanza. Las instrucciones adoptadas por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid este verano, y que van dar lugar al mayor conflicto entre el profesorado de la pública y su empleadora en las últimas décadas, son el resultado de un proceso previo de deterioro de la enseñanza y del ámbito de la escuela. Un proceso de degradación que no sólo viene referido a las condiciones de trabajo de los docentes o a la propia organización material del ámbito de las aulas, sino que también alcanza al núcleo esencial de la actividad educativa: la pedagogía.

            Porque la pedagogía de nuestro tiempo se encuentra en una enorme crisis, vacilante ante dos abismos simétricos: la promoción de la “facilidad y la plastilina”, como forma de huida, adaptada al mundo de la precariedad laboral y cultural generalizada, contra toda posibilidad de apertura al conocimiento crítico y humanístico de los alumnos; y el fomento de la pedagogía tradicional del “ordeno y mando”, rediviva ante las exageraciones y desmanes de la anterior. Son dos perspectivas que, realmente, se retroalimentan mutuamente, en su absoluta funcionalidad para favorecer el funcionamiento lábil, virtual y mutante, pero rabiosamente jerárquico de nuestro mercado de trabajo y de nuestra sociedad post-fordista. Una sociedad que, por otro lado, no busca en modo alguno facturar seres humanos completos ni fomentar más conocimientos ni cultura que aquellos que le sirvan probadamente para reproducirse.

            Es en este ambiente de zozobra que se publica “La A en la pizarra”. Una colección de textos clásicos del ámbito pedagógico libertario que tiene la innegable virtud de proponer una senda, no por poco explorada menos plausible, para un esfuerzo educativo generador de avances y de nuevos mundos en las aulas.

            Son textos de Eliseo Reclus, Paul Robin, Jean Marie Guyau, Jean Grave, Sebastian Faure, Francisco Ferrer Guardia, Ricardo Mella, José Sánchez Rosa y Anatol Gorelik, con un prólogo de Frank Mintz. Toda una retahíla de nombres convenientemente olvidados por la mayoría de los cenáculos académicos y gubernamentales del presente, pero que cartografían un extenso espacio de innovación e investigación educativas fechado entre el final del siglo XIX y los inicios del XX.

            En esas décadas incandescentes, al calor del avance de la gigantesca oleada de liberaciones plurales puesta en marcha por el movimiento obrero, se multiplicaron las experiencias educativas al margen y en contra del universo pedagógico del Estado burgués y de la Iglesia Católica. Las escuelas libres, racionalistas, neutras, las Universidades Populares, los Ateneos Libertarios, levantaron una y otra vez la bandera de una innovación social y en el mundo del aprendizaje, que no estaba mediada por el estamento de los “sabios” del sistema ni por la caterva de los “representantes” de Dios en la Tierra.

            Y descubrieron muchas cosas: la coeducación de sexos y de clases, la preeminencia  del estímulo intelectual y afectivo sobre el castigo físico, la función educadora del ejercicio de la responsabilidad. Que, en definitiva, el sujeto autocentrado y acostumbrado a su autonomía y a su inserción responsable en la comunidad, alcanza mayores cotas de desarrollo intelectual y humano que el temeroso receptor de todos los ultrajes provenientes del poder omnímodo de un maestro convertido en carcelero.

            Son textos que nos hablan de formación integral, cohonestando conocimientos teóricos y capacidades físicas; que nos explican en qué consiste el crecimiento y el desarrollo de una personalidad libre y en expansión; de un sujeto apto para  abrirse con solvencia a la multiplicidad y los oleajes de la vida, sin matar por ello su curiosidad innata de ser humano.

            Habrá quien piense que la letra de estas canciones es ya demasiado conocida. Independientemente de que con sólo encender la televisión un día cualquiera está meridianamente claro que eso no es así (ahí siguen los mismos de siempre, defendiendo lo mismo de siempre: que la letra con sangre entra), lo cierto es que lo más importante del libro no es tanto lo que se dice en su literalidad, como el sentido profundo de lo que se afirma. La música, si se quiere, de una actividad educativa convertida en una investigación autónoma y liberadora sobre el desarrollo de las capacidades de hombres y mujeres.

            Lejos de la repetición rutinaria, del resentimiento y del desapego, de la mala fe sartreana, del sopor de una profesión docente convertida en una forma cualquiera de ganarse la vida; la apuesta de los educadores libertarios incide sobre la pasión de enseñar y aprender, sobre la creatividad y la aventura de verse contaminado por las nuevas generaciones y compartir con ellas el camino a un universo humano que aún está por explorar.

            No adhiriéndose a la facilidad y la resignación (sólo hay que ver las biografías de los autores que acompañan a los textos), buscando el placer de aprender en común, las páginas de “La A en la pizarra” conforman una herramienta con sentido en un mundo al borde del caos y la desintegración nihilista fomentada por el neoliberalismo.

            Frente a la crisis generalizada (y, también, frente a la educativa) la búsqueda de una manera de fomentar el desarrollo integral de las capacidades, físicas, intelectuales y afectivas de todos, tiene raíces históricas que no debemos de olvidar. Los textos de este libro, publicado por la Sección de Enseñanza de Solidaridad Obrera y por la Editorial La Malatesta, son un claro ejemplo.

            Esperamos que los disfrutéis.


            José Luis Carretero Miramar.

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