SOBRE
LAS MOVILIZACIONES EDUCATIVAS.
Los
recortes salvajes se suceden a una velocidad vertiginosa. Los servicios
sociales públicos son desmantelados, mientras el país ingresa en un vórtice
abismal de deuda y ajustes. Ajustes que degradan la demanda y el consumo, y por
tanto los ingresos públicos, empujando a nueva deuda. Deuda que,
conscientemente utilizada para ello por unos mercados oligárquicos y voraces
ayunos de todo control, si quiere ser pagada en sus actuales términos
usurarios, impone nuevos ajustes.
La
educación, por supuesto, no permanece ajena a esta espiral. La degradación de
las condiciones de trabajo de los docentes, junto a la radical cercenación de
los recursos públicos destinados al ámbito de la socialización del
conocimiento, no tiene otro objetivo que sufragar las colosales pérdidas
generadas por las aventuras financieras postmodernas de banqueros y
especuladores.
Nos
encontramos, pues, en una tesitura que
dibuja un escenario de agresión sin precedentes a la educación pública,
sometida a un implacable asedio que afecta, no tan sólo a sus recursos
materiales, sino también a su capital humano. La limitación de la tasa de
reposición de los efectivos docentes, junto al aumento del horario lectivo, no
persigue otra cosa que operar un masivo
Expediente de Regulación de Empleo, esta vez sin indemnización alguna para sus
víctimas, con respecto a los interinos de la función pública educativa.
¿Qué
país se puede permitir un recorte del 62,5 % en el presupuesto estatal
universitario? ¿O una rebaja del 25,52 % en la inversión en I+D+i? En un contexto, además, en que los recortes
son, es cierto, plenamente selectivos. Pero en el sentido de una selección
bastante discutible. Como muestra un botón: si en el presupuesto educativo de
este año de la Comunidad de Madrid, el gasto para la pública desciende en un 2
%, también sube en el mismo porcentaje el desembolso regional para la escuela
concertada.
Así, no
es de extrañar que el hartazgo y el desencanto campen a sus anchas en las salas
de profesores. Y que la movilización de la comunidad educativa se desate por
toda la geografía estatal, dando pié a una huelga general del sector para el
próximo 22 de mayo.
Pero
quienes hemos totalizado ya más de una decena de huelga en este curso (los que,
de una manera u otra, hemos respondido a la llamada Marea Verde) no debemos
olvidar la principal lección de nuestra praxis pasada: no es lo mismo una
movilización testimonial, discontinua y aislada, que una confluencia seria y
sostenida de las luchas de los servicios públicos.
Ya no
es tiempo de testimonios. Ya no se trata, simplemente, de dejar constancia de
cuál es nuestra opinión.
Es el
momento de un pulso por lo público, por los servicios sociales, por la
socialización efectiva de lo que es de todos. Confluir con la Sanidad, con el
resto de la Administración e, incluso, con el conjunto de la clase trabajadora (es
hora ya de una nueva Huelga General) es, pues, una cuestión de simple
supervivencia para la dimensión humana y solidaria de nuestra sociedad.
Más de
diez días de huelga sostenida y aliada con los latidos de las plazas y la
ciudad, no son lo mismo que diez testimonios discontinuos, aislados,
enmudecidos bajo el peso de las directivas de las cúpulas burocráticas.
Desde
siempre, los que se han intentado enfrentar a la injusticia de los poderosos ,
sólo han podido vencer unidos.
José
Luis Carretero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario